Las dos pequeñas del avión
noviembre 11 de 2015
Dejar Barranquilla es ya un suplicio. Horas antes de salir hacia el aeropuerto me atacan toda suerte de enfermedades, me duelen partes del cuerpo que había olvidado, me empapo en sudores fríos y la ansiedad me empuja a fumar más que siempre. Sufro en silencio y detesto a los que se quedan, sobretodo a quienes, a su vez, odian tener que quedarse. No es fácil regresar al frío.
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